En las crónicas deportivas son comunes las referencias artísticas. Y si hoy le cabe un título a la del debut de Los Pumas en el undécimo Rugby Championship es la de una taquillera comedia de Hollywood: ¿Qué pasó ayer? Porque es precisamente esa la pregunta que todo el mundo se hizo ayer después de que al seleccionado argentino se le escurriera como arena entre los dedos un partido que parecía tener controlado frente a Australia, no tanto por la ventaja de nueve tantos en el marcador (lejos de irremontable para un rival como los Wallabies) sino por lo bien que había hecho las cosas hasta ese momento. Es como si en el cableado interno de Los Pumas alguien se hubiera llevado puesto un enchufe con el pie y provocado un apagón: así de súbito fue el derrumbe de lo que hasta entonces se había mostrado como una sólida construcción, con buenas combinaciones ofensivas, un scrum sólido, un line seguro y bien aceitado con algunas jugadas ensayadas que habían surtido efecto y desorientado a la defensa australiana.
¿Qué pasó entonces? Misterios del rugby. Porque a veces lo que provoca el colapso mental de un equipo es una acción puntual, como un try fuera de toda lógica, la lesión de un jugador clave o un fallo arbitral polémico. En este caso, lo curioso fue que no hubo una razón específica. De hecho, la crisis se desató en el mejor momento de Los Pumas: ya promediando el segundo tiempo, con la confianza de un trabajo bien hecho en el primero, y la euforia de lo que fue un lujo de try construido desde el fondo con Juan Cruz Mallía, continuado con Pablo Matera y definido por -qué mejor- un mendocino, Juan Martín González.
Lo dicho: eran solo nueve tantos de ventaja, pero si los últimos 20 minutos se parecían a los primeros 60, la victoria tenía que ser argentina.
Y justo en Mendoza, la tierra del sol, se hizo de noche en un instante. Argentina, hasta entonces limpia y ordenada, se volvió indisciplinada y caótica. Y Australia entendió que el negocio estaba en el maul. Esa formación fue una pesadilla para la defensa local: tres de los cuatro tries aussies usaron esa llave. “Es inaceptable”, reconoció Michael Cheika luego del partido. Otra vez afloraron esas lagunas defensivas y esa desconcentración que a Escocia le habían venido fenómeno para abrirse camino hacia el ingoal argentino. Y claro, contra Australia, esos regalos se pagan: de triunfo parcial por 26-17 a derrota consumada por 26-41 en un rato.
De todas maneras, antes de ese giro de trama hubo cosas positivas que pueden servir de base para seguir creciendo en un ciclo que, vale remarcar, todavía es nuevo. En este corto tiempo desde la llegada de Cheika se han visto algunos avances con respecto a la nulidad en la que boyaba el seleccionado argentino con Mario Ledesma: a la solidez de las formaciones y los buenos movimientos ofensivos que se habían destacado en la ventana, ayer se le agregaron una mejor recepción y buen juego con el pie (Santiago Carreras sigue afianzándose como 10 y Emiliano Boffelli mejoró bastante la precisión en los disparos a los palos). Siguen pendientes algunos ajustes defensivos y el tema de la disciplina.
Párrafo aparte merece la gran noticia del debut del tucumano Tomás Albornoz, quien finalmente pudo tener sus primeros minutos en campo con la camiseta argentina tras haber quedado en el banco en Santiago. En los apenas seis minutos que estuvo en el campo, el apertura surgido en Tucumán Rugby participó con mucha energía de los intentos por descontar. Sería interesante verlo con más tiempo en la revancha del sábado que viene, en San Juan.